Costa Rica más inclusiva, que integra a su población migrante
Soy periodista y también inmigrante nicaragüense. Vivo en Costa Rica desde hace siete años y agradezco a este país por permitirme crecer como persona y enriquecer mi experiencia personal y profesional.
He podido observar y admirar todas las cosas ejemplares que ha logrado esta gran nación centroamericana: sus políticas para proteger el medio ambiente; su visionaria abolición del ejército; su identidad como una de las democracias más estables y duraderas del continente. El 3 de abril, los costarricenses acudieron nuevamente a las urnas para elegir un nuevo presidente en medio de un ambiente pacífico en el que rápidamente se anunció un resultado que nadie cuestionó. Todo esto es gracias a un ciudadano que respeta y entiende el funcionamiento de un sistema electoral robusto y creíble y un sistema democrático.
Durante este tiempo también he podido identificar cosas que causan malestar y enojo en la población, cosas que se pueden y se deben mejorar. Uno de los problemas que requiere atención urgente es la falta de condiciones dignas para una parte importante de la población. Según el Banco Mundial, Costa Rica se ha convertido en los últimos años en una de las economías más desiguales del mundo. Las Naciones Unidas han observado con preocupación algunos acontecimientos socioeconómicos importantes en el bienestar de la población. El desempleo está muy extendido, con unas 330.000 personas todavía desempleadas en el primer trimestre de 2022 y el 26,2 % de los hogares viviendo en la pobreza.
Como bien lo expresó el analista político Daniel Zovatto en su artículo, “Chaves y la democracia costarricense están a prueba”. [appearing in the Costa Rican newspaper La Nacion: April 16, 2022]: “El país necesita revisar su modelo de desarrollo y sostenibilidad, mejorar la eficacia del gobierno y sus políticas públicas, la calidad de los bienes y servicios que brinda a sus ciudadanos, y aumentar la inclusión y la cohesión social”.
La pobreza, la desigualdad y el desempleo también tienen rostros que a menudo se pasan por alto en los debates políticos locales: el rostro de un inmigrante nicaragüense. Hasta 2019, Costa Rica era el país de América con mayor porcentaje de inmigrantes en la población total. Ese año, el 10,5 por ciento de la población de Costa Rica eran inmigrantes, el 80 por ciento de los cuales eran nicaragüenses. En un país de cinco millones, somos alrededor de medio millón, incluidos inmigrantes legales, inmigrantes ilegales, solicitantes de asilo y refugiados. Los nicaragüenses hemos estado allí durante décadas.
Basta recorrer los barrios marginales de las zonas urbanas del país o las zonas costeras y rurales de la frontera -como lo he podido hacer gracias a mi trabajo periodístico- para darme cuenta de que el pueblo nicaragüense de Costa Rica es parte de la población que queda atrás por el sistema.
Esta realidad de la población inmigrante de Nicaragua también quedó reflejada en un estudio publicado en febrero titulado “Inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica, vulnerabilidad e impacto de su integración”. El estudio está patrocinado por Confidencial y está dirigido por Manuel Orozco, un experto en inmigración de InterAmerica Dialogue.
Este estudio reveló que el 75 por ciento de los nicaragüenses en Costa Rica tienen un ingreso mensual menor a $670 [450,000 Costa Rican colones], y casi el 90% gana menos que el ingreso per cápita promedio del país, unos 8.000 dólares al año. También muestra que las ocupaciones de los inmigrantes han cambiado poco a lo largo del tiempo: construcción, trabajo doméstico, servicios, etc., todos trabajos mal pagados.
Considere los tres criterios de estabilidad o integración -que tiene un estatus legal de más de 450,000 colon al mes y tener una cuenta bancaria- vemos que menos del 15% de la población inmigrante encuestada cumple con estos criterios, como señala Orozco. La falta de empleo y problemas de papel son las mayores dificultades para los migrantes nicaragüenses, una investigación confirma si llegaron antes o por la crisis que estalló en Nicaragua en 2018.
Estos hallazgos son muy similares a los resultados de estudios realizados por investigadores y organizaciones locales e internacionales hace un año o más décadas. No parece haber una movilidad social significativa entre los nicaragüenses que se mudan a Costa Rica.
El profesor Alberto Cortés Ramos presentó un estudio en curso en San José, Costa Rica, compartiendo su hipótesis por una razón sobre la no integración de la población inmigrante nicaragüense a la sociedad costarricense. Según Cortés, Costa Rica define a sus ciudadanos sobre la base de la ciudadanía de las personas, no sobre la base de quienes viven en su territorio. “Es una tierra de inmigrantes, pero eso no supone que sea una sociedad con un componente inmigrante importante”, señaló.
Así lo dijo el presidente Rodrigo Chaves, ahora electo en la primera vuelta de la elección presidencial Confidencial que en su foro, “el primer elemento de la política exterior y migratoria es la búsqueda del bienestar de los costarricenses”. Además, confirmó que de ser elegido presidente, ofrecería “una ventaja a los inmigrantes nicaragüenses para legitimar su situación”.
Un mecanismo para facilitar la regularización de la población nicaragüense, en particular la reciente y significativa afluencia de solicitantes de asilo, podría resultar crucial para promover una mejor integración de esta población. Esperemos que se cumpla y sea la primera de las otras medidas que Chaves y su gobierno ven en su objetivo de hacer de Costa Rica un país más justo y equitativo.
Es importante que esta búsqueda de bienestar de la que habla Chaves no se limite a los ciudadanos de Costa Rica, sino que abarque a todos los habitantes del país. Significa el proceso por el cual la población inmigrante se integra -en la teoría y en la práctica- en las distintas políticas públicas diseñadas por las autoridades. Significa incorporar encuestas y estudios a la práctica gubernamental para obtener información específica sobre esta población, para que puedan comprender mejor los obstáculos que ya enfrentan solo por los inmigrantes. Requiere proponer soluciones basadas en una visión sensibilizada y consciente de las necesidades especiales de esta población. Los gobiernos anteriores han realizado esfuerzos significativos en esta dirección, pero es claro que aún existen vacíos que deben llenarse para ayudar a esta población a superar su largo retraso en alcanzar la igualdad.
La población inmigrante ama, respeta, admira y agradece a este país: por abrirles sus puertas de manera absoluta e ininterrumpida; porque del pecado las han recibido; que les diste oportunidades y asilo. Al mismo tiempo, los nicaragüenses han aumentado y enriquecido al país con su trabajo -brindando la mano de obra necesaria para la agricultura o la construcción, entre otras cosas- y con su cultura y diversidad.
A la que pertenece la población inmigrante. Somos parte de Costa Rica, y por eso esperamos lo mejor para las nuevas autoridades, así como para los costarricenses, y esperamos que el país salga adelante. Para que esto suceda, es fundamental que el futuro gobierno tenga en cuenta a todos los que vivimos aquí. Una mejor y mejor integración de la población inmigrante hará que este país no sólo sea más próspero sino también más democrático.
Este artículo fue publicado originalmente en español en Confidencial y traducido por Havana Times
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