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Lo que nadie sabía sobre COVID-19

Dije que el balance final debe esperar el resultado de la pandemia; Mientras tanto, continúe operando con recursos escasos y conocimiento parcial. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.

La tentación de convertir una pandemia en bandera para crucificar al gobierno de López Obrador, o, por el contrario, un motivo para elogiarlo por su forma revolucionaria y heroica de afrontarlo, debe tratarse con un sano uso de actuaciones contrarias a la realidad.

La tarea se ha complicado porque se trata de un fenómeno sin precedentes del que todo el mundo ha aprendido. No ha habido una fórmula correcta o incorrecta para luchar contra una pandemia porque había demasiadas variables desconocidas en juego. Y si bien el continente americano tuvo la suerte de enfrentar una emergencia casi dos meses después que en Europa o Asia, se convirtió en un pequeño beneficio porque el punto de partida de los sistemas de salud pública de nuestros países fue hace años.

En ocho meses, sin embargo, estamos comenzando a producir estadísticas que nos permitirán realizar recortes de efectivo fuera de la presidencia a la que conducirán nuestras fobias y convicciones políticas. El hecho conocido hoy permite romper varios mitos: primero, el nivel de contagio ha sido exponencialmente superior a lo que creíamos o lo que nos dicen las cifras oficiales de cada país. Algo intuitivo, pero hoy por fin podemos dimensionarlo. Economista Esta semana se realizará un análisis transversal que muestra que el número real de personas infectadas es siete veces superior a las estadísticas oficiales en Estados Unidos, 10 en España, 14 en Inglaterra, 17 en Suecia, 27 en Rusia y 271 en India. México no existe, pero podemos asumir que estaríamos más cerca de la situación de Rusia, que, como nosotros, preferiría enfocar sus esfuerzos en frentes distintos al monitoreo poblacional a través de ensayos clínicos. En aras de una lectura más realista, esto significa que en el caso de México, el número de infecciones conocidas debería multiplicarse por 20 o 30 (721 mil), lo que significaría que de 14 a 21 millones de personas han sido infectadas con el virus hasta el momento o han tenido síntomas.

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Otra forma de acercarse al tamaño de una pandemia es mediante estudios en población abierta. Reporte Economista menciona un saldo de 271 análisis de sangre en muestras representativas de 191 países en 191 países. Previstos para toda la población, proporcionan datos crueles: entre el 6 y el 10% de las personas ya están infectadas con COVID-19. Para México, esto significaría de 8 a 12 millones de habitantes.

Esta nueva información muestra que la infección está mucho más extendida de lo que se pensaba, pero al menos trae buenas noticias. La mortalidad es infinitamente menor. Incluso asumiendo que muchas muertes accidentales no se deben a este virus, la cantidad de muertes debería dividirse por la enorme cantidad de personas infectadas reales. Las estimaciones para América Latina muestran que la cifra de muertos por la enfermedad sería 50 por ciento más alta que la cifra oficial (75.000 en México). En este caso, estamos hablando de 112.000 compatriotas que han fallecido como consecuencia de esto, unas cien infecciones.

Si se trata de información real, ¿cuáles son las estrategias para manejarla? Según los expertos, hay dos áreas básicas: por un lado, la atención a los enfermos graves; por otro lado, previene nuevas infecciones. Para lograr esto último, a su vez, existen tres medidas: 1.- Reducir las conexiones entre la población (evitar aglomeraciones y apuntar a diferentes tasas de natalidad). 2.- Reducir la probabilidad de que los contactos lleven a infecciones (promover distancia saludable, higiene y medidas de protección como mascarillas y similares). 3.- Reducir el número de infecciones provocadas por personas infectadas (buscar y promover el aislamiento de personas infectadas). Pero, en última instancia, una demora en una pandemia solo evitará el colapso del sistema de atención médica en un paso; las infecciones no desaparecen hasta que se obtiene la vacuna o se logra la inmunidad colectiva. El bloqueo serio de la primera ola simplemente significa la segunda y la tercera ola.

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Sabiendo lo que sabemos ahora, ¿podría el gobierno mexicano haber hecho algo más? Claramente, 4T decidió utilizar recursos para la primera trinchera de esta guerra: los enfermos. El déficit del sistema sanitario para responder a la crisis obligó a realizar un gran esfuerzo para equipar camas, hospitales y personal médico. Frente a este objetivo, López-Gatelli y su gente deben ser juzgados, y en general se llevan bien: el sistema nunca se saturó. Se dice que es fácil, pero no es poca cosa. Por otro lado, el saldo es menos favorable en relación al segundo objetivo: reducir la velocidad de la pandemia. Se seleccionó una versión ligera para los puntos 1 (cierre parcial y voluntario con parálisis de la actividad económica) y 2 (distancia sana y prevención). Y para ser realista, no es que diera más. El estado de México no puede evitar que la población continúe suicidándose a razón de 100 por día, mucho menos hubiera podido implementar medidas más contundentes a 125 millones de habitantes. Tampoco tenía la capacidad de promover el punto 3 (monitorear a las personas infectadas e intentar aislarlas), por lo que había poco interés en probar la población.

Otros países no lo están haciendo mejor. Para evitar el éxito de las naciones asiáticas, por razones culturales e institucionales que no se pueden abordar en este estado, el resto del mundo simplemente retrasó la pandemia a un costo social y económico brutal. Los gobiernos usaron prueba y error y continúan haciéndolo. Actuaciones en España, Inglaterra o Alemania revelan que incluso ahora se habrían apresurado a cuidar sus semáforos, aunque no lo llamaran así.

En resumen, el gobierno mexicano habría respondido al desafío más importante, que era el de establecer un sistema de salud para atender a las víctimas más graves de la pandemia. Su actuación para acortar la primera ola de infección ha sido menos que satisfactoria, incluso asumiendo que podría haber hecho algo más significativo que ponerse una mascarilla para el presidente. Si se puede esperar la inmunización del ganado, no tendrá mayores consecuencias, porque tarde o temprano habrá una segunda y tercera oleada: el objetivo era fortalecer el sistema de salud para combatirlos. Pero esto cambiará si la vacuna aparece temprano y evita la tercera ola, por ejemplo. En este caso, mitigar la pandemia equivale a salvar vidas. Dije que el balance final debe esperar el resultado de la pandemia; Mientras tanto, continúe operando con recursos escasos y conocimiento parcial. Muy poca autoridad para crucificar o alabar.

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@jorgezepedap

Ernesto Cabanas

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